miércoles, 2 de abril de 2008
Polémica sin game over
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Mucho se habló (por razones obvias) de Columbine Massacre RPG, el juego de rol que recrea la masacre de Columbine. Desde su aparición el 20 de abril de 2005 -sexto aniversario de la matanza- su éxito continúa en aumento. Las descargas ya no se realizan solamente desde la página oficial, sino que varios portales lo postean para bajarlo. Tan polémico como descargado, el título da la posibilidad de 'manejar' a Eric Harris y Dylan Klebold, los dos adolescentes que mataron a 12 estudiantes y un profesor antes de suicidarse.
La masacre también fue llevada a la pantalla grande en la película Elefante, de Gus Van Sant y analizada por Michael Moore en su documental Bowling for Columbine. A mediados del año pasado, el creador de este particular juego (que se hace llamar Columbis) le dijo a un diario de Denver que deseaba que la gente se sacuda o al menos, reflexione. "Creo que el objetivo final es promover el diálogo sobre las masacres en las escuelas, la violencia, los medios y muchos otros", agregó. Para muchos, el juego es una atrocidad y lo único que provoca es más violencia. Para otros, por el contrario, significa el primer paso hacia la aceptación de los videojuegos como un medio legítimo para la expresión del pensamiento serio.
Los que coinciden con esta última mirada hablan de entretenimiento con conciencia. Varios juegos fueron nombrados con estas características, como el JFK Reloaded, que reproducía el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy y premiaba con una recompensa imaginaria de 100 mil dólares a la mejor pericia de los francotiradores. Según el autor servía para ver si más personas estuvieron involucradas.
Los que sostienen la primera opinión (la del repudio frente a los juegos violentos), indican que Columbine Massacre RPG incitó, por ejemplo, a Kimveer Gill, el joven que asesinó a una persona e hirió a otras 19 y que luego murió por disparos de la policía en una universidad de Montreal. Gill había confesado en su blog que era fanático del juego. Otro que nació polémico es Bully, de la compañía Rockstar, lanzado en octubre de 2006. La historia es la de un típico alumno conflictivo de colegio secundario, Jimmy Hopkins, un chico de 15 años que debe defenderse de los matones de un internado estadounidense ficticio.
Lamentablemente, los casos de esta magnitud se repiten en nuestro país (Carmen de Patagones; el asesino de Belgrano) y en el mundo. En todos los casos se dijo que los asesinos/suicidas intentaban recrear videojuegos del estilo de Doom, Counter Strike o el propio Columbine y que también Nietzsche, Marilyn Manson y la música gótica tenían parte de la culpa. En el caso de Columbine RPG la realidad inspiró al juego, pero en la masacre real... ¿el juego inspiró la realidad? Lo que es seguro es que sólo un pensamiento simplificador echaría la culpa de estas tragedias a los videogames. Así, los verdaderos problemas de contención, amor, convivencia, locura, armas ilegales y/o legales en manos equivocadas y disconformidad social, parecen quedar relegados.
POLEMICO Y EXITOSO. El trailer del juego que miles de chicos bajaron gratis de Internet.
Crime Life: Gang Wars
otro ejemplo el polemico
Grand Theft Auto IV - Roman Bellic
España fue conmovida por VIDEOGAME de rol
Con una filosa katana (especie de bayoneta) José Rabadán Pardo, un chico de 16 años asesino a sus padres y a su hermana de 12 años. El triple crimen conmocionó a la ciudad de Murcia y reabrió el debate sobre la presunta "peligrosidad" de ciertos juegos que ya estuvieron en el centro de otras tragedias (30 de abril de 1994, donde fue asesinado un trabajador de 52 años por un grupo de chicos que crearon "Raza, un juego asesino" un juego de rol donde debian matar a seres "inferiores").
La policia descubrió que el joven era un adicto a los videojuegos y avido lector de magia negra, satanismo y artes marciales. Ademas en la casa de José, los investigadores hallaron material de "Final Fantasy VIII", un juego de rol para PC cuyo personaje Squal Leonhart, de 17 años, luchaba contra sus adversarios armado con una espada similar a la katana que se utilizó para el asesinato.
Conocidos de José dijeron que al igual que el personaje él era taciturno y solitario; todo el tiempo hablaba de Squal Leonhart y sus luchas contra tiranos y opresores, identificandose hasta tal punto con el protagonista del juego que se peinaba igual. Incluso logró convencer a su padre para que le compre una katana, que afilaba todas las noches en su habitción.
José Rabadán Pardo logró huir de la policia (que fue alertada por los vecinos) aunque fue detenido el lunes en una estación de tren donde estaba junto a un amigo.
El debate está abierto, y es hora de dar respuestas dejando de lado los sensacionalismos ¿realmente son los juegos los que hacen asesinos a los integrantes de una sociedad? ¿O estos son una simple exteriorización de la violencia que ya existe en ella?
http://www.quintadimension.com/noticias21.html
http://www.tribunadocente.com.ar
ESTADOS UNIDOS: LA TOLERANCIA CERO MULTIPLICÓ LAS INJUSTICIAS |
Nora Biaggio |
Romina |
VIOLENCIA ESCOLAR O SISTEMA VIOLENTO
VIOLENCIA ESCOLAR O SISTEMA VIOLENTO
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Nora Biaggio |
Un análisis desde la subjetividad
| Violencia en las escuelas Fernando Osorio En este libro, Fernando Osorio brinda los frutos de una indagación paciente y necesaria. Con ella apunta a las raíces de la violencia que cunde en las escuelas. No se trata de un mero relevamiento de síntomas. Lejos de toda intención puramente descriptiva, el autor toma partido. Hunde las manos en el conflicto que lo convoca. Sin vacilaciones, desenmascara las fuentes del mal que a él, como a tantos de nosotros, también lo desvela. Y con sagacidad y firmeza recorre el repertorio de creencias, prejuicios e intereses que nutren, con su ceguera e impunidad, la alarmante prosperidad de la violencia en las escuelas. Los datos aquí reunidos y hábilmente relacionados respaldan siempre con fuerza probatoria las tesis que dan vida a esta lectura indispensable, lo que le permite al autor aportar propuestas orientadoras para abordar un asunto cuya solución no tolera más dilaciones. Es éste, en suma, un libro denso, minucioso, bien planteado, que nos ayuda a comprender por qué los niños, expuestos a la indigencia escolar en que se encuentran, pasan a ser auténticos marginados. Destituida de su significación fundamental, la infancia, afectada por una escolaridad espectral y sin rumbo, conforma la más grave deuda interna de la Argentina y del resto de América Latina. Santiago Kovadloff
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Qué hacer frente a un tema delicado y muy preocupante
Violencia en la escuela Qué hacer frente a un tema delicado y muy preocupante | |
El aumento de los hechos graves desde 1990 hasta ahora es geométrico y hay una relación indisoluble entre el avance de la pobreza y las agresiones de los chicos. Nadie parece estar preparado para dar una respuesta y encontrar la solución, por eso es importante empezar a trabajar en conjunto entre docentes y padres. Hace cuarenta o cincuenta años, cuando el docente ocupaba el lugar de la autoridad indiscutible dentro del aula, hubiera sido irrisorio pensar que la historia podía darse vuelta al punto de que hoy, los que van a la escuela con miedo son los maestros. Las políticas socioeconómicas generaron un deterioro que no es sólo económico sino social, porque se vinieron abajo los proyectos y los ideales. Los padres que no consiguen trabajo o que lo pierden sienten una frustración que se trasmite a sus hijos. La pérdida de los ahorros de toda la vida por el "corralito" y la comprobación de que muchos de los grandes delitos no reciben condena llegan a los oídos atentos de los chicos. Todo esto hace que el futuro, una palabra que debería ocupar un lugar central en su mente, esté desdibujada para ellos. Tal vez allí podría estar el disparador del aumento de la rebeldía a la hora de ir a la escuela y respetar las normas de conducta tanto como del aumento de la deserción. Guardapolvo o escudo Los primeros que detectan la violencia infantil son los maestros. Al principio era sólo entre compañeros, pero empezó a ser alarmante la agresión hacia los docentes. Antes era raro que un chico se enfrentara violentamente a un adulto, sobre todo si era su maestro o profesor. A lo sumo, los chicos podían mostrar cierta transgresión, haciendo chistes o llamando la atención de la clase, pero sin violencia. Hoy, si bien no es masivo, ocurre que algunos chicos contestan con agresiones, se levantan y se van del aula e incluso insultan o tratan de pegarle al docente y a veces lo hacen. No hay que caer en la confusión de pensar que son niños con una enfermedad o trastorno psiquiátrico, porque pueden no serlo. El marco disciplinario de las escuelas estaba preparado para contener las peleas previsibles entre los alumnos, pero las acciones violentas donde el maestro se encuentra parado frente a un menor de edad que lo agrede, desbordan ese marco y le restan peso a la sanción disciplinaria. Por ejemplo, si un niño de once años amenaza a su maestra mostrándole una navaja, no tiene sentido que lo manden a la dirección a hablar con una autoridad y firmar el libro de disciplina porque esa medida no hace mella en su comportamiento. Se necesita algo más. La historia previa al día D Para que haya violencia física hacia la maestra o alguien llegue con un arma a la escuela, a lo largo del camino pasaron cosas menores que ninguna autoridad pudo corregir. Por eso, llegada esa instancia, el límite que hay que poner es muy difícil. Los chicos que no pueden tolerar las normas o prestar atención, que no tienen capacidad de frustrarse (ellos quieren charlar o jugar durante la clase y no soportan que se los prohíban), aquellos a los que se saca constantemente del aula por su mal comportamiento, son chicos que no pueden socializarse y estar bien en ese ámbito. Este comportamiento tiene un correlato en el hogar, con lo cual, el primer paso que habría que dar es hablar con la familia. Papá y mamá La respuesta habitual cuando se convoca a los padres a las reuniones en la escuela es que se sólo asisten los que tienen chicos que no causan problemas, sobre todo si se trata de víctimas de la violencia, y falten en forma masiva los que tienen hijos que provocan disturbios. Las estadísticas son asombrosas: un 70 por ciento de los padres no concurre a las reuniones habituales de las escuelas. Pero cuando la búsqueda es puntual, cuando se cita a los padres de un chico por un problema en especial, la concurrencia es aun menor. S.O.S maestra Los docentes cuentan con un equipo técnico dentro de la escuela y si no con el gabinete psicopedagógico que les brinda ayuda, salvo en las escuelas rurales pero, de todos modos, la situación en esas establecimientos es muy distinta a la de los centros urbanos. Una de las funciones de los docentes es estar atentos a la conducta de los chicos para frenar la violencia antes de que se pase del límite. Durante una pelea fuerte entre chicos, el docente tiene que tratar de disuadirlos mediante la palabra y, si no lo logra, tiene que pedirle a otro chico que llame en forma urgente a otro docente y, entre los dos, procurar que cese la violencia. Esto tiene que ver con la seguridad jurídica de los maestros, quienes tienen explícitamente prohibido tocar a los alumnos. Tras cada hecho, deben asegurarse de que quede registrado e insistirle al gabinete para que actúe. De acuerdo a las resoluciones del ministerio de Educación, no se puede echar a un chico de la escuela para no generar deserción: las autoridades tienen que buscarle una solución al problema. Cuando la conducta es demasiado incontrolable y pone en riesgo a sus compañeros, a los docentes y a sí mismo, hay que derivarlo para que se le haga un Psicodiagnóstico que determine si está en condiciones de seguir en esa clase o si se debería buscar un colegio de educación especial para él. Como política educativa, es necesario que a los chicos se les presente un ámbito propicio de acuerdo a su problemática psicosocial. El chico que está verdaderamente excluido y marginado no es el que va a un curso o a una escuela especial, sino al que se lo saca constantemente del aula por los disturbios que causa. En un lugar educativo más acorde a él, por ejemplo, en un aula de ocho alumnos y no de treinta o cuarenta, ese chico seguirá siendo difícil, pero mucho más manejable. Cuando un chico transgrede los limites mucho más allá de lo normal, se genera mucha angustia en el resto de sus compañeros porque ven que un niño como ellos atraviesa el freno interno que impide hacer todo lo que se les pasa por la cabeza y eso, en personas que se están formando, genera mucho desasosiego. Por eso, cuando sale del aula el compañero violento, el alivio no es sólo para la maestra sino también para él y para sus compañeros, porque el curso vuelve a tener problemas de conducta esperables y no incontrolables. | |
Asesoramiento: Lic. Fernando Osorio - Coordinador Docente del Posgrado Psicoanalítico Psicopedagogía Clínica de Centro Dos |
Escuela, delito y violencia
Escuela, delito y violencia
Gabriel Kessler*
Históricamente la escolaridad y el delito fueron pensados como dos actividades contrapuestas: la escuela era responsable, junto a la familia, de una socialización exitosa, distribuyendo las credenciales necesarias para entablar una vida adulta integrada; mientras que el delito era una de las opciones residuales para aquellos que quedaban excluidos o poco favorecidos por el sistema educativo. En los últimos años esta situación cambió. Por un lado, un rasgo novedoso de la década del 90 es el fin de la mutua exclusión entre trabajo y delito. La inestabilidad del mundo del trabajo, entre otras causas, lleva a la emergencia de un segmento de jóvenes que combina actividades legales e ilegales para sobrevivir, lo que en un libro reciente llamamos "delito amateur"1. Por el otro, respecto de la escuela, datos oficiales para 1998 señalan que el 58 por ciento de los menores de 18 años imputados por infracciones contra la propiedad en la Provincia de Buenos Aires, declaraban que estaban concurriendo al colegio. Constatación que obliga a modificar los interrogantes habituales: el eje no es solo el impacto de la deserción sino, entre otras, dos cuestiones que tratamos en esta nota: el lugar de la educación en la vida de estos jóvenes y la relación entre delito y escuela.
Experiencia personal y sentido de la educación
En una investigación reciente sobre jóvenes que cometieron delitos, los entrevistados manifiestan una disyuntiva central acerca de la escuela: más allá de valorar el hecho de estar alfabetizados afirmaban -en particular sobre la escuela media- que no entienden nada y que lo que aprenden no les sirve para nada. Sin embargo, hay un punto en que la propia experiencia se disocia del juicio general, puesto que cuando no hacen referencia a la propia escolaridad, valoran la educación en general como agente legítimo de socialización y movilidad social. La escuela es importante para "ser alguien en la vida", "para conseguir trabajo" porque "sin escuela no sos nada".
La disyunción entre experiencia individual y juicio general nos provoca reflexiones contrapuestas. Una mirada pesimista diría que cuando valoran la escuela repiten un discurso ajeno, que no ha sido construido ni internalizado por ellos. Una postura optimista, al contrario, resaltaría que -a pesar de la escasa relación con sus experiencias- la escuela y la educación todavía están ahí, formando parte del campo imaginario de estos jóvenes, presente en sus ideas y su percepción de futuro. Y aun cuando haya elementos para sostener ambas posiciones, es innegable que la postura de estos jóvenes expresa la persistencia de una demanda a la escuela por una experiencia más significativa, por aprender algo. Al fin y al cabo, cuando se ufanan de lo fácil que es la escuela, de que "con 30 hojas en la carpeta tirás todo el año" o de que casi no les dan tarea -pese a que enseguida afirman no hacerla-, también expresan una demanda a la escuela, se denota un interés por más que les resulte difícil expresarlo. Es que para estos jóvenes la escuela es la única institucion que todavía tiene un peso en la posibilidad de pensar otros futuros y opciones posibles.
En la investigación mencionada nos interesó ver también la percepción de directores y docentes sobre la violencia en la escuela. De las entrevistas en escuelas consideradas "difíciles" en el Gran Buenos Aires emergían tres problemas principales. En primer lugar, se relatan juegos violentos que los mismos estudiantes consideraban "sólo juegos". Se plantea una primera cuestión: lo que para los docentes -y nosotros- es claramente violencia, pareciera ser tipificado de manera distinta por sus protagonistas: como un juego, no cuestionable entonces. Habría una falta de entendimiento básico sobre aquello que es violencia y aquello que no lo es. En segundo lugar, los docentes estaban también preocupados por la creciente violencia de los varones hacia las nenas. Esbozan la hipótesis de que esto expresaría un modelo de masculinidad, compartido por padres e hijos varones, ligado al ejercicio de la violencia como manera de reafirmar una identidad que presenta uno de sus elementos estructurantes -el rol de proveedor- en crisis. Por último, la violencia no es privativa de la relación entre compañeros, sino que docentes entrevistados se quejaban de la agresividad de muchos padres.
¿Cuál es la posición institucional sobre estos problemas? Se delinean dos posturas distintas. En ciertas escuelas prima la política de separar a los chicos más violentos pues atacan a sus compañeros, impiden el desarrollo de las clases y generan un ejemplo negativo al resto ("un adicto produce otro adicto"decía un maestro de 7° grado), posición que es reforzada por la presión de muchos alumnos y de sus padres. Los directivos de tales escuelas no se justifican con un discurso abiertamente excluyente o reaccionario; sino en la carencia de recursos, tiempos y saberes para encarar solos el problema. Los casos problemáticos exigen mucho trabajo y atención, en detrimento del grueso de los alumnos, lo que también genera conflictos. El resultado buscado, más que la expulsión, es negociar el pase a otro colegio, el abandono temporario ("hasta que se calme"), o la rápida terminación del ciclo.
La posición opuesta la encontramos en directivos que, aun reconociendo las dificultades, afirmaban que preferían tratar de mantener a los chicos en la escuela a toda costa, porque aunque no aprendan nada mientras estén allí al menos están supervisados. En esas escuelas se produce un desplazamiento general de roles: los docentes y directivos concentran el grueso de su energía en la cuestión disciplinaria, y los porteros y administrativos controlan las puertas y los muros para que los chicos no se escapen.
La pregunta que estas reflexiones abren es acerca de qué debe hacer la escuela. No hay recetas ni una respuesta fácil. Nuestra investigación muestra un desdibujamiento generalizado del concepto de ley como marco normativo para muchos de los jóvenes y en todas las dimensiones estudiadas, no solo en la escuela. Ella no es, por supuesto, ni la responsable ni tampoco la que puede sola restaurar un marco de ley en un sentido amplio. Ni la familia, ni las comunidades barriales, ni el mundo del trabajo pueden hoy resolver por sí solos los conflictos que se desarrollan tanto en su interior como en otros ámbitos que de un modo u otro los afectan. Ahora bien, cierto es que la escuela sola no puede, que debe buscar aliados a fin de restablecer sentido y futuro para una parte importante de los jóvenes de nuestro país. No cabe duda de que la escuela tiene un rol protagónico porque, como dijimos, a pesar de todos los problemas y carencias que sufre, es quizás la única institución en la que todavía confían, a la que todavía demandan y de la que esperan que contribuya a crear otro futuro posible.
* Universidad Nacional General Sarmiento/CONICET
1 Kessler, Gabriel. Sociología del delito amateur. Buenos Aires. Paidós. 2004.